lunes, 4 de mayo de 2009

EN QUÉ PIENSO (Aníbal Cedrón, publicado en Clarín, domingo 11/08/2002).


La realidad social actual nos sitúa en un no lugar para el pensar y para crear, pues un presente alienado no permite modelar un futuro. Estoy buscando una simetría histórica con el presente crítico de nuestro país, y la encuentro en la generación de 1837 que funda el Salón Literario en la librería de Marcos Sastre, donde concurren Alberdi, redactor de la Constitución Nacional, y Esteban Echeverría, autor del Dogma Socialista, y creador del primer relato nacional paradigmático hasta en el nombre: El Matadero. Eran creadores y escritores como lo fue Martí más tarde, pero sintieron —ante un país al borde de la disolución— la necesidad de actuar en política y pensar un modelo. Por eso creo que hay que ayudar a refundar la patria, la nación, con un nuevo orden democrático y participativo. Que cien chicos, de uno a cinco años, estén muriendo diariamente en la Argentina, tiene que ver con lo que estoy pensando y sintiendo: se ha cometido el asesinato de la política. Los intelectuales y los artistas, como parte de tantos millones de argentinos, debemos tomar la política porque es hora de ponerla al servicio de toda la sociedad para que cambie esta tragedia: un sesenta por ciento de pobres y un puñado de ricos. Si pienso en mi país no puedo dejar de pensar también en el orden que hay en el mundo, aunque estemos en el extremo sur del planeta; en un mundo en el que parece haberse impuesto un pensamiento único, que actúa como una casa de pompas fúnebres que encierra en ataúdes los valores del humanismo y toda idea de esperanza apenas nace. Estados Unidos traza políticas de su conveniencia. Pero acá alguien elige obedecer y eso nos perjudica.El actual sistema, que expresa los intereses del reino del dinero, también impuso dos décadas de vaciamiento cultural con la creación de una cultura de lo anómalo, donde todo es igual, la Biblia junto al calefón, como en el cambalache discepoliano. Todos los argentinos tenemos que pensar, porque nos están sacando el derecho a ser felices, a tener un futuro. Pensar propuestas, en otro modelo que nos tenga en cuenta, porque sin propuestas, sin proyectos, no hay identidad como sociedad ni como individuos.

DESDE DÓNDE PENSAR EL ARTE. ( Nota publicada en Caras y Caretas, agosto 2008).


La conquista de América supuso la expansión del capitalismo y una primera globalización. A ella se adosó una visión centralista europea que dominó hasta ahora nuestra historiografía, incluso la del arte. En otras palabras, una visión totalitaria de la historia, bajo una concepción universalista en la cual, las historias singulares de naciones, regiones y hasta continentes, quedan al margen. Lo trágico es la ideología de superioridad racial y cultural que introdujo la violenta evangelización y la conquista y dominación continental. Baste recordar que en 1452, Nicolás V emitió la bula papal Dum Diversas, que concede el rey de Portugal el derecho de reducir cualquier "sarraceno, pagano y cualquier otro incrédulo" a la esclavitud hereditaria. Esta aprobación fue ampliada en su bula Romanas Pontifex de 1455, que agrega entre las justificaciones que los africanos eran “seres parlantes inferiores”. De este modo, paradójicamente, el cristianismo que fue la religión de los esclavos romanos, se transformó en la religión de los esclavistas en los umbrales de la llamada modernidad. Tampoco la Reforma trajo a las colonias un pensamiento de igualdad hacia los conquistados; es conocido que el “apparteid” fue aplicado por el colonialismo inglés. En la actualidad asistimos a una globalización que se orienta a establecer un mundo con centro en Estados Unidos, y si bien el proceso no es idéntico, guarda similitudes: hay quienes revestidos de liberalidad y progresismo, adoptan la mentalidad del dominado y predican en nuestro país un hacer artístico como en New York.Esa mentalidad impuso que hasta las primeras décadas del siglo XX se ignorara la existencia de las antiguas civilizaciones americanas. Fue con la revolución agraria mexicana (1910), que impulso las excavaciones en el Yucatán y en el Teoticlan, y con el descubrimiento del Machu Picchu en 1911 por Hiram Bingham, que el mundo tomó conocimiento de que América no estuvo habitada por bárbaros, sino por civilizaciones que cultivaban desde la papa, el maíz, a frutos como el tomate o la naranja, que poseían ciertos conocimientos y técnicas superiores a los europeos, y unas artes plásticas excepcionales, lo cual nos introduce a observar que los tiempos de evolución americana nunca fueron simultáneos a los de Europa.Por eso, al reflexionar en nuestra realidad americana desde el hoy, no sólo debemos abarcar este bagaje histórico, sino también incluir la idealización de la Europa progresista, reflejada en el célebre libro “Utopía” (1516) de Tomás Moro, en “La Nueva Atlántida” de Bacon (1627), o en la visión del “buen salvaje”o indio que Rousseau proyecta en su “Contrato Social”, y de tantos más, que vieron en América un espejo de fascinación y magia. Así renacentistas, utopistas, románticos, cientificistas, positivistas, agnósticos, librepensadores, surrealistas, hallaron en América ese diseño de modernidad capaz de generar, entre dualidades múltiples, un mundo tan posible como imposible.Aníbal Cedrón, publicado en Caras y Caretas, agosto del 2008.

sábado, 2 de mayo de 2009

Arte mexicano en Buenos Aires


publicado en Caras y Caretas, mayo del 2009.


No se puede hablar de arte latinoamericano sin referirse a la revolución mexicana y a la proyección mundial del muralismo mexicano, como el mayor arte público masivo del siglo XX. Lo cual fue el resultado de la voluntad estatal, encarnada por José Vasconcelos (1882- 1959), secretario de Educación Pública en el Gobierno de Obregón (1921), cuando lanzó el programa de murales, como una forma de inclusión social de la población indígena, al transmitir visualmente la historia nacional desde las civilizaciones arcaicas. Es que el programa se inspiró en el descubrimiento de las edificaciones y murales en el valle del Teotihuacan (1910), y en las conclusiones de Manuel Gamio (1883-1960) - considerado el padre de la antropología mexicana-, que en su libro Forjando Patria (1916) afirmaba: “El indio conserva y practica el arte prehispánico. La clase media conserva y practica un arte europeo cualificado por lo prehispánico o indio. La llamada aristocracia pretende que su arte es puramente europeo”. El resultado del programa de murales, lo resume Octavio Paz: “La revolución nos reveló a México; o mejor dicho nos dio ojos para verlo. Y se los dio a los pintores”…
Este giro en la pintura mexicana se constata en la selección de obras de la Colección pictórica del Banco Nacional de México – de 1900 a 1960- , que puede verse hasta el 25 de mayo en el MALBA. Sin embargo, en el texto del catálogo y los carteles en la exposición, se pondera a la dictadura de Porfirio Díaz (1877-1880 y 1884-1911), como que “produjo cambios decisivos en las estructuras políticas, económicas y sociales de México, bajo la divisa positivista de orden y progreso, que buscó también un cambio cultural”. En cuanto a la revolución mexicana dice con parcialidad: “La segunda década del siglo fue un período que se caracterizó por los levantamientos armados, que causaron inestabilidad e inseguridad en el país…” En cierto modo, estos textos reiteran el discurso artístico centralizador, que raramente aprecia las décadas de intenso intercambio entre las vanguardias, americanas y europeas, que incitó la revolución mexicana.
Por cierto, en México como en el resto de América, el conflicto de la evolución pictórica hay que ubicarlo en el doble acoso entre modernidad e identidad; lo cual se observa en la exhibición, desde las pinturas de Clauselles y el óleo de un primer Tamayo – puntillista y post impresionista, 1921- o en una obra tardía de Rivera, como “Desfile del 1º de Mayo en Moscú” (1956), que se inscribe en el contexto de la posguerra; hasta las obras claramente inspiradas en el pasado virreinal, como la erótica naturaleza muerta “Los frutos de la tierra”, de Frida Kahlo (1938). Quizás la figura destacada que ilustra ese conflicto es Gerardo Murillo – Dr. Atl- (1875-1964), introductor del muralismo, de quien se puede ver dos buenos trabajos, “La cascada” y “Paricutin”, el volcán que erupcionó en 1943. Mientras Siqueiros, parece superar el conflicto, con su “Mujer de metate” (1931).