A la izquierda: Una tinta mía -soy Aníbal Cedrón-, que realicé este año (2009)
Es una nota breve, sin revisión que tenía como apunte para las notas que publico en Caras y Caretas.
Existe una América que no esta al oriente ni al occidente, ni al sur, boca abajo como en los mapamundi. Al pensar en nuestra realidad americana desde la actualidad, no sólo es necesario tener en cuenta nuestros conocimientos, creencias y deseos sobre ella, sino, también lo que pretendieron de América sus conquistadores, colonizadores y sustentadores del poder en lo países llamados “centrales”. La cultura europea lo refleja muy tempranamente. Desde el célebre libro de Tomás Moro “Utopía” (15169, “La Nueva Atlántida” de Bacon (1627), Rousseau, Voltaire, Chateaubriand y tantos más, que vieron en América un espejo de fascinación y encantamiento. La distancia, el ida y vuelta de los viajeros, contribuía aún más a esta visión predominantemente idílica o interesada.Renacentistas, utopistas, románticos, cientificistas, positivistas, agnósticos, librepensadores, surrealistas, casi sin distinción de ismos afectivos e ideológicos, los europeos encontraron en América ese arquetipo de la modernidad capaz de crear, entre dualidades múltiples, un mundo posible-imposible.La estética de la modernidad que se afirma en los románticos huyendo de lo real gracias al impulso de la imaginación creadora, encuentra en América –tierra por excelencia de dualidades y duplicidades- una doble encarnación. Por un lado, alimenta la utopía europea; por el otro, alienta para los americanos una evasión de su realidad. Esto es tan evidente, en ambos casos, que la lectura que se hace en los dos continentes aún de los textos y las obras realistas y naturalistas no puede salirse del marco del realismo mágico o de lo real maravilloso. Es un europeo, Franz Roh el creador del término realismo mágico empleado por él en 1925 y adoptado enseguida como divisa de la estética americana. Lo real maravilloso es creación de un americano, el cubano Alejo Carpentier y data de 1949. Lo refiere a su estadía en Haití: “A cada paso hallaba lo real maravilloso pero pensaba, además, que esa presencia y vigencia de lo real maravilloso no era privilegio único de Haití, sino patrimonio de la América entera”.
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