Por Aníbal Cedrón
Nuestra Presidenta Cristina ha dicho en su discurso de cierre de campaña –miércoles 19 de octubre-: “Debemos hacer todos una autocrítica porque los dirigentes nos enredamos en discusiones estériles, muchas veces en el ejercicio de vanidades personales. Les pido a todos mayor inteligencia”.
En coincidencia con su mensaje, me pregunto: ¿Hasta cuándo el narcisismo intelectual y en su forma extrema de yo superhombre de carácter nietzscheano (caso Tomás Abraham (1)), que se sustenta en el poder del conocimiento y la autoridad supuesta de premios o títulos académicos, para mutarse en un racismo de la inteligencia, a decir de Pierre Bourdieu (2)?
¿Hasta cuándo ese punto de vista filosófico racista que se aparta del campo nacional y popular, donde fermentan las ideas de las transformaciones sociales? ¿Hasta cuándo la hipercrítica para no hacer nada o peor para destruir?
¿Hasta cuando, insisto: la miseria filosófica que impide profundizar el pensamiento argentino con un destino de praxis social, para políticas públicas del Estado, en tiempos de construcción institucional de una Nación que atravesó la amenaza de su desintegración y que todavía considero es una Nación inconclusa?
Si me pregunta es hasta cuándo, es porque considero el límite o el marco de nuestras reflexiones, que son las circunstancias, fecha y lugar, como las que tan oportunamente forjaron la creación de Carta Abierta y la redacción de su primera e histórica carta, firmada por centenares de intelectuales, artistas, escritores, periodistas, docentes y profesionales universitarios de nuestro país; o también fueron las circunstancias las que condujeron a la aparición del programa 6,7,8 en nuestra TV pública.
También mis preguntas, se pueden escribir no con signos interrogantes, sino ya con signos exclamativos, frente a la afirmación de que el kirchnerismo es facismo, que retoma la tradición conducida por las usinas ideológicas de las corporaciones mediáticas y oligarquicas, cuando no desde el Imperio norteamericano, y que nace en una filosofía enraizada en la xenofobia a la irrupción popular en la historia, y en especial de los trabajadores, con quienes el movimiento peronista ha construido un nexo histórico y de identidad nacional, desde las grandes transformaciones sociales que inspirara el primer gobierno de Perón, al crear un Estado de bienestar social, y que siempre han confundido con la barbarie y el fascismo. Por otra parte, esta afirmación es desde una visión anacrónica o ana histórica, que establece el correlato entre el fascismo y el peronismo, cuando el fascismo se sustentaba en un país con pretensiones colonialistas de potencia capitalista, y se proyectaba desde una base social distinta al peronismo que se apoya como sujeto histórico en la clase trabajadora y surge cuando el fascismo había sido derrotado, y se desarrolla -en todo caso- en un país dependiente al neocolonialismo.
Además, cómo no escribir con indignación apasionada, que exclama y reclama, si esta mentalidad antipopular, que se siente una élite intelectual, de pronto hace suyo los argumentos de la corporación empresarial mediática que se opone a ley de democratización de los medios de comunicación, y que habla de un hostigamiento a la libertad de prensa y al periodismo por parte del Gobierno Nacional, con el mismo empeño y libreto propagandístico de otras sucursales de la SIP, que asocia como periodismo independiente a los oligopolios mediáticos en una campaña continental de desestabilización de los gobiernos populares encabezados por Chavez , Evo Morales y Correa, mandatarios que tuvieron que enfrentar golpes de Estado, cuando nada dicen de la persecución hasta el asesinato de periodistas por parte del régimen de Honduras, surgido de otro punch golpista, y cuando el proceso nacional que vivimos es parte del que se desarrolla en nuestra región, por lo que la Presidenta señala que “somos gente del UNASUR” .
Para esta campaña propagandística han sumado algunos intelectuales y periodistas de cierto peso mediático, seguramente para contrarrestar el apoyo significativo al Gobierno Nacional, de la mayoría de los referentes de la cultura que se expresan en Carta Abierta, y levantar la credibilidad perdida de los medios de comunicación hegemónicos, por asumirse como partidos políticos para una restauración conservadora, frente a la crisis de representatividad del abanico de partidos, alianzas y candidatos opositores, y cuando la torre ideológica artificiosa montada por el neoliberalismo para implementar la globalización financiera capitalista, se desmorona arrasada por los vientos de la historia (3).
El tono de esta campaña, cada vez más beligerante que no admite el diálogo ni el debate o la cultura de la polémica en un ámbito universitario, académico, está claro que se orienta a provocar a la intelectualidad, a los trabajadores de la cultura, a los profesionales, docentes, artistas y escritores que apoyan al Gobierno Nacional, y conducirlos al terreno de las palabras insultantes y calumniosas que le es favorable. Un ejemplo de ello es Tomás Abraham, que sustenta su labor periodística y propagandística en su título académico de filósofo. Sabe como tal que las palabras pueden ser empleadas para la paz como para la guerra , por eso, escoge deliberadamente como armas a las palabras, en una batalla que no quiere reconocer como batalla cultural, sino simplemente batalla (1). En ella, se transforma en un vocero vocinglero, cuando antes confiesa que por timidez era tartamudo, y más aún durante la última dictadura (1). Así quien dice conversar y discutir con los filósofos que han transcendido en la Historia, y que dice estar con “bronca” –una forma eufemística que encuentra para denominar su odio a “todos” y en partícular a la “corpo cultural” que adhiere al Gobierno Nacional- y que llama “pelotudos” a los jóvenes de la Campora y “estafador ideológico” a Néstor Kirchner . Una “bronca” o “emoción” que afirma después va a dar forma ideológica (1).
Considero necesario generar por ello espacios para la polémica, con otro formato en los medios públicos en torno a los grandes temas a resolver con políticas públicas de Estados, entre ellos la educación y una reestructuración profunda de las Universidades, dando impulso a un movimiento de Segunda Reforma, que apunte al desarrollo progresista, de modernización industrial del país, pero también que acompañe las reformas estructurales necesarias, agrarias y urbanas, y que profundice la democracia en una democracia también económica.
Ciertamente a partir de las elecciones de este domingo 23 de octubre, los sectores del quehacer cultural debemos entender el último mensaje Presidencial, para agrupar con espíritu amplio y no sectario, a la inmensa mayoría de la población, y construir una fuerza política, nacional y popular, que sea transversal no sólo arriba sino también abajo, extendida en lo territorial, porque el poder político no sólo se dirime en la Casa Rosada, sino en cada rincón, en cada pueblo, en cada ciudad de nuestro país. Sepamos artistas, escritores, intelectuales y trabajadores de la cultura asumir los deberes y las tareas que demanda la patria y la unidad nacional que reclama Cristina para enfrentar la crisis mundial del capitalismo financiero que propulsó el acuerdo de Washington en 1980, y que a su decir: “ha comenzado en el 2008 y parece no tener fin”.
Fuente de citas y extractos de notas de Pierre Bourdieu y Gustavo López:
(1) Las referencias a afirmaciones de Tomás Abraham, estan extraídas de un extenso y sui generis reportaje, orientado por Carlos Ares, bajo el título:“La estafa ideológica”, y publicado durante la primera quincena de octubre, en el primer número de una Maga, con pretensiones de reeditar aquella creativa Maga de los noventa, y que ahora sin mucho disimulo intenta mostrarse como un foro de la cultura, para penetrar ideológicamente en los sectores intelectuales y culturales que la corporación mediática y los sectores del poder económico perdieron en su campaña por desestabilizar el Gobierno Nacional. Así todo el número, con alguna pausa en una entrevista a Carlos Barone, centra en el supuesto hostigamiento del Gobierno Nacional al periodismo en general, alterando la verdad de que los grandes medios atacaron y atacan para debilitar al Poder Ejecutivo, desde la asunción de la presidencia por parte de Cristina Fernández. Esta línea editorial la refuerza la entrevista a Jorge Fernández Díaz, titulada “La principal batalla del kirchnerismo es contra el periodismo”.
(2) Pierre Bourdieu , El racismo de la inteligencia: “ …El racismo es propio de una clase dominante cuya reproducción depende, en parte, de la transmisión del capital cultural, un capital heredado cuya propiedad es la de ser un capital incorporado, pero aparentemente natural, nato. El racismo de la inteligencia es aquello por lo cual los dominantes tratan de producir una "teodicea de su propio privilegio", como dice Weber, esto es, una justificación del orden social que ellos dominan. Es lo que hace que los dominantes se sientan justificados de existir como dominantes, que sientan que son de una esencia superior. Todo racismo es un esencialismo y el racismo de la inteligencia es la forma de sociodicea característica de una clase dominante cuyo poder reposa en parte sobre la posesión de títulos que, como los títulos académicos, son supuestas garantías de inteligencia y que, en muchas sociedades, han sustituido en el acceso a las posiciones de poder económico a los títulos antiguos, como los de propiedad o de nobleza.
Algunas de las propiedades de este racismo se deben también a que las censuras en relación con las formas de expresión del racismo se han reforzado, por lo cual la pulsión racista sólo puede expresarse en formas muy eufemizadas.
La forma de eufemización más común hoy en día es, claro, el aparente carácter científico del discurso. Si se invoca el discurso científico para justificar el racismo de la inteligencia, esto no se debe sólo a que la ciencia representa la forma dominante del discurso legítimo, también y sobre todo se debe a que un poder que cree estar fundado en la ciencia, un poder de tipo tecnocrático, recurre naturalmente a la ciencia para fundar su poder; se debe a que la inteligencia es la que legitima para gobernar cuando el gobierno se dice fundado en la ciencia y en la competencia "científica" de los gobernantes (piensen en el papel de la ciencia en la selección escolar, donde la matemática se ha convertido en la medida de toda inteligencia). La ciencia es cómplice de todo lo que le piden que justifique”…
(3) “A dos años y medio de la ley de medios de la democracia”, por Gustavo López, nota publicada el sábado 15 de Octubre de 2011, Tiempo Argentino: “…En un estudio publicado por Martín Becerra y Guillermo Mastrini se señala que las cuatro mayores empresas de medios y entretenimiento de América Latina (Globo de Brasil, Televisa de México, Cisneros de Venezuela; Grupo Clarín de Argentina) retienen el 60% de la rentabilidad total de los mercados y de las audiencias. El economista Smir Amin ha señalado que los centros hegemónicos de poder se constituyen a partir de cinco monopolios: el del control de la tecnología, el del control de los flujos financieros, el del acceso a los recursos naturales, el de la posesión de las armas de destrucción masiva y el del control de la palabra y la opinión de los medios.En efecto, el control de la palabra es clave para el neoliberalismo. El ex colaborador de Bill Clinton y hoy presidente de una consultora de negocios globales, David Rothkopf, afirmó que, para los Estados Unidos, “el objetivo central de una política externa en la era de la información debe ser ganar las batalla de los flujos de información mundial, de la misma forma en que Gran Bretaña reinaba antiguamente sobre los mares.” Gramsci llamaba a la utilización de los medios por un grupo social como el “consenso hegemónico”, es decir, la prevalencia de la opinión de un pequeño grupo sobre el resto, a partir del manejo de la opinión pública”.
(1) Las referencias a afirmaciones de Tomás Abraham, estan extraídas de un extenso y sui generis reportaje, orientado por Carlos Ares, bajo el título:“La estafa ideológica”, y publicado durante la primera quincena de octubre, en el primer número de una Maga, con pretensiones de reeditar aquella creativa Maga de los noventa, y que ahora sin mucho disimulo intenta mostrarse como un foro de la cultura, para penetrar ideológicamente en los sectores intelectuales y culturales que la corporación mediática y los sectores del poder económico perdieron en su campaña por desestabilizar el Gobierno Nacional. Así todo el número, con alguna pausa en una entrevista a Carlos Barone, centra en el supuesto hostigamiento del Gobierno Nacional al periodismo en general, alterando la verdad de que los grandes medios atacaron y atacan para debilitar al Poder Ejecutivo, desde la asunción de la presidencia por parte de Cristina Fernández. Esta línea editorial la refuerza la entrevista a Jorge Fernández Díaz, titulada “La principal batalla del kirchnerismo es contra el periodismo”.
(2) Pierre Bourdieu , El racismo de la inteligencia: “ …El racismo es propio de una clase dominante cuya reproducción depende, en parte, de la transmisión del capital cultural, un capital heredado cuya propiedad es la de ser un capital incorporado, pero aparentemente natural, nato. El racismo de la inteligencia es aquello por lo cual los dominantes tratan de producir una "teodicea de su propio privilegio", como dice Weber, esto es, una justificación del orden social que ellos dominan. Es lo que hace que los dominantes se sientan justificados de existir como dominantes, que sientan que son de una esencia superior. Todo racismo es un esencialismo y el racismo de la inteligencia es la forma de sociodicea característica de una clase dominante cuyo poder reposa en parte sobre la posesión de títulos que, como los títulos académicos, son supuestas garantías de inteligencia y que, en muchas sociedades, han sustituido en el acceso a las posiciones de poder económico a los títulos antiguos, como los de propiedad o de nobleza.
Algunas de las propiedades de este racismo se deben también a que las censuras en relación con las formas de expresión del racismo se han reforzado, por lo cual la pulsión racista sólo puede expresarse en formas muy eufemizadas.
La forma de eufemización más común hoy en día es, claro, el aparente carácter científico del discurso. Si se invoca el discurso científico para justificar el racismo de la inteligencia, esto no se debe sólo a que la ciencia representa la forma dominante del discurso legítimo, también y sobre todo se debe a que un poder que cree estar fundado en la ciencia, un poder de tipo tecnocrático, recurre naturalmente a la ciencia para fundar su poder; se debe a que la inteligencia es la que legitima para gobernar cuando el gobierno se dice fundado en la ciencia y en la competencia "científica" de los gobernantes (piensen en el papel de la ciencia en la selección escolar, donde la matemática se ha convertido en la medida de toda inteligencia). La ciencia es cómplice de todo lo que le piden que justifique”…
(3) “A dos años y medio de la ley de medios de la democracia”, por Gustavo López, nota publicada el sábado 15 de Octubre de 2011, Tiempo Argentino: “…En un estudio publicado por Martín Becerra y Guillermo Mastrini se señala que las cuatro mayores empresas de medios y entretenimiento de América Latina (Globo de Brasil, Televisa de México, Cisneros de Venezuela; Grupo Clarín de Argentina) retienen el 60% de la rentabilidad total de los mercados y de las audiencias. El economista Smir Amin ha señalado que los centros hegemónicos de poder se constituyen a partir de cinco monopolios: el del control de la tecnología, el del control de los flujos financieros, el del acceso a los recursos naturales, el de la posesión de las armas de destrucción masiva y el del control de la palabra y la opinión de los medios.En efecto, el control de la palabra es clave para el neoliberalismo. El ex colaborador de Bill Clinton y hoy presidente de una consultora de negocios globales, David Rothkopf, afirmó que, para los Estados Unidos, “el objetivo central de una política externa en la era de la información debe ser ganar las batalla de los flujos de información mundial, de la misma forma en que Gran Bretaña reinaba antiguamente sobre los mares.” Gramsci llamaba a la utilización de los medios por un grupo social como el “consenso hegemónico”, es decir, la prevalencia de la opinión de un pequeño grupo sobre el resto, a partir del manejo de la opinión pública”.
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