En su obra de 30 metros de largo, realizada especialmente para la terraza de Malba, y definida por el propio Marcaccio como “pintura ambiental”, el artista trabaja con imágenes de la masacre de Ezeiza del 20 de junio de 1973, fecha en la que Perón vuelve a la Argentina luego de dieciocho años de exilio y lo espera en Ezeiza una gran movilización popular. "El nudo epistemológico argentino", comenta cuando evalúa su selección del tema, "podría situarse entre la masacre de Trelew y Ezeiza. Si pudiéramos revivir esta última, se podría generar algo así como un proceso de desintoxicación. Quiero producir una conexión emocional entre pintura e historia". A tal fin, además de investigar exhaustivamente el acontecimiento histórico-político, utiliza para la mayoría de las imágenes de la pieza fotos de archivo re-actuadas en forma totalmente nueva, a modo de ficciones, en un ambicioso trabajo de reconstrucción fotográfica de imágenes documentales. Busca internarse en los documentos históricos para lograr "una especie de realismo o abstraccionismo social 'desrealizado' en el espacio de fusión de técnicas" (testimonio de Fabián Marcaccio en una conversación telefónica, septiembre 2005). De esta manera, continúa en su línea de utilizar a la pintura como modelo vinculado a la realidad.Expuestas simultáneamente en un afiche enorme y brutal, la obra aspira a producir un efecto de identificación en el espectador, como si fuera un conjunto de escenas de un film. El artista trabaja desde adentro el sentido de cada una de las imágenes en sí mismas y convierte la totalidad en un nuevo universo narrativo, híbrido pero poderoso, diseñando una “pintura compleja”, como él mismo precisa, con el propósito de generar una mirada particular en aquel que la contempla.Ezeiza –no el aeropuerto sino la masacre en que terminó la bienvenida a Perón el 20 de junio de 1973- está ahora subiendo las escaleras mecánicas del museo Malba. En el lugar conocido como “la terraza”, empujando hacia fuera una pesada puerta de vidrio, pasando, bajo la atenta mirada del vigilante, hasta quedar cara a cara con los muertos, el pasto chamuscado, el verdor que prometía, el palco, los bluejeans, Osinde, el brujo, el viejo, camiones que llegan y se van, gente que corre, humo, más muertos. Finalmente, como en un celuloide dañado, ese todo que de inmediato se reconoce como “Ezeiza” – la masacre- se derrite y muere a nivel del piso. Y quien ha mirado, puede al fin pisar –es el deseo del autor de la obra, al menos- “Ezeiza”. Puede al fin, volver sobre la historia argentina y ver, ser, estar en el picnic que terminó en desastre. “Ezeiza”, vía Marcaccio, vio al fin los colores. Las lluviosas imágenes de archivo –Osinde y la metralla, Rucci, el paraguas, el agarrados de los pelos- tienen ahora una puesta en escena única que estetiza sólo hasta donde la clase media argentina lo permitió. Entre el pasto, las zapatillas y los trazos violentos de silicona al óleo, Marcaccio ubicó puntuales mensajes publicitarios de esos días. “Toque Final”, un shampoo, “Ford Falcon un amigo de Fierro”, la foto de un joven Charly García a toda página en Siete Días. El título: “Este loco mata”. ¿Mataron otros, no?A los 42 años, el rosarino Fabián Marcaccio acaba de entrar definitivamente en la historia del arte argentino con esto que denomina “Paintant” y que es un híbrido de fotografía, escultura, arte digital, pintura, instalación, cine y teatro. De dimensiones murales –treinta metros de largo-, la obra de Marcaccio remite más a los legendarios panoramas de fines del siglo XIX. Pero ni los murales ni los panoramas se deshacen como este “Paintant” (traducción posible: pintante) de Marcaccio que del plano pasa al volumen derretido sobre sí mismo, en un final tan angustiante como el de aquella tarde.Y funde su compleja idea de Ezeiza como “nudo epistemológico” con el físico y directo nudo en la garganta.Las escenas de Ezeiza le llegaron, le siguen llegando, a Marcaccio a través de los medios. Es un fantasma de una parte de su vida que decidió traer al presente.”Para mí es un agujero donde colisionó un posible futuro. Se produjo una gran velocidad en esos días y se condensó una caída de imaginarios que va más allá de la lucha de izquierda y derecha del peronismo. Mi pregunta era ¿qué puede dar una pintura estática al respecto?”-Entonces…-Hay un espacio afectivo al que ningún escritorio o investigador puede llegar. Los procesos históricos se condensan en años y años y da la sensación de que ningún tipo de video, del libro de filme puede dar cuenta. Yo presento un hecho suspendido, de la forma más salvaje y menos dirigida posible. En vez de cercenar y petrificar la imagen aparece una combustión que no está terminada.Dice todo esto Marcaccio que puede pasar horas hablando de “Ezeiza”, desde Nueva York, días después de haber dejado inaugurado este híbrido que –además de todo lo dicho- cruza transversalmente todas las discusiones. Si hay un mural sobre la vida reciente de los argentinos que merezca conservarse y exhibirse es definitivamente éste. Si es bello o no, carece de absoluta importancia. Si es o no pintura, lo mismo. Aquí está el “Paintant” como una marca del arte contemporáneo argentino diciendo tantísimo más que toneladas decatálogos, estableciendo una conexión política entre la obra, el observador y la estructura del arte mucho más profunda que el detritus del arte conceptual vuelto a la trinchera, default mediante.
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